Ningún cachorro debería ser sacrificado jamás a manos de un humano, pero para este pequeño, la fortaleza provino de la persona en quien más confiaba. En un momento de cólera, su dueño lo golpeó en la cabeza, destrozándole el cuello y dejándolo en estado crítico.
Su diminuto cuerpo se abatió bajo el peso del viento, su rostro se desvaneció hasta quedar irreconocible. Yacía inmóvil, respirando entrecortadamente, su futuro en peligro.
Sus ataques eran graves y sus posibilidades de supervivencia eran inciertas. Cada hora contaba, y solo cabía esperar, con la esperanza de tener la fuerza para luchar.
Respondió lentamente. Su cola se movió levemente, sus ojos brillaron al reconocerlo: señales de que no se rendiría.
Aunque su futuro sigue en duda, una cosa está clara: ya no tiene esperanza. El cachorro que una vez fue desechado como si nada, ahora tiene gente que luchará por él sin descanso.